por arqvalerosoto
“En todo barrio o colonia hay siempre algún
elemento del mobiliario urbano que usamos y/o disfrutamos en la niñez y que
recordamos con nostalgia en la edad adulta.”
La colonia Alta Vista, lugar
donde he vivido aproximadamente el 83% de mi soltería, se encuentra dividida de
norte a sur por la avenida Eugenio Garza Sada, al Oriente de la cual se
encuentra el hogar, dulce casa, de mi santa madre de Dios hija donde he tenido
a bien en vivir la ya nombrada etapa de mi existencia en este Tercer Planeta.
Al poniente de la antes
llamada avenida Tecnológico se encuentra la escuela Dr. Jaime Torres Bodet,
sede de las secundarias 11, del turno matutino, y 29, obviamente del
vespertino. La mayoría de la raza estaba en la 11 o en la 29, los menos
estábamos en el Regio Contry, y los menos menos (en cantidad, me refiero) en la 50, el resto en alguna otra de cuyo
número no puedo acordarme.
Pues bien, la parte oriental
de la Alta Vista está unida peatonalmente con la sección occidental (o vice
versa) por el conocido como "puente de la Torres", ubicado en la
esquina nor-oriente de la citada institución y que cruza la avenida hacia la
acera oriente (o vice versa, again) de la avenida, unos metros al norte de la
calle Hamburgo, frente a lo que hoy es una iglesia o centro de oración
cristiano (de hermanos separados o, como
decía un sacerdote, hermanos separantes).
Cabe aclarar que por
aquellos años de mi niñez la avenida Tecnológico, en ese entonces casi salida
de la ciudad hacia Villa de Santiago, tenía carriles secundarios en ambas
aceras, y el puente sólo cubría los carriles principales, dos por sentido, por
lo que cruzabas a pie cada carril secundario cuando utilizabas el puente,
aunque en aquellas épocas era prescindible hacerlo, pues podías cruzar la
avenida a la altura del De Llano, de las Frutaletas, donde había semáforo, o
por Pernambuco, hoy Luis Elizondo.
Era aquel un puente a base
de una delgada losa de concreto apoyada en sus extremos y al centro (de éste no estoy totalmente seguro), con
un esbelto barandal tubular pintado de azul.
Yo recuerdo que en mis
tiempos de secundaria hubo una temporada en que solíamos ir a la Torres por la
tarde a comprar calcomanías de fútbol americano, a comprar tostadas con salsa
y/o a ver a las niñas de secundaria salir... Yo iba sólo por lo primero ya que
no me gusta el picante y era muy tímido con las mujeres, como hasta hoy.
Generalmente usaba el
puente, recuerdo que lo recorríamos subiendo los escalones pisando uno y
brincando el siguiente, o de dos en dos apoyándonos en el barandal y al
descender brincando desde el tercer, cuarto o quinto escalón hacia la banqueta.
Había quienes, simplemente
omitían el uso del puente y atravesaban corriendo la avenida, otros que al
bajar se deslizaban sentados sobre el barandal metálico y, los menos, que se
detenían a cierta distancia sobre el puente para escupir sobre los carros que
inocentemente pasaban por debajo...
Cuando ampliaron el ancho de
la avenida integrando los carriles secundarios al cuerpo principal y con la
amenaza de que no pondrían puente, muchos vecinos de ambos lados de la avenida
protestaron para que colocaran uno con la nueva dimensión, instalando el actual
puente a base de una viga prefabricada de concreto simplemente apoyada sobre
columnas en cada acera de la avenida y desde las cuales bajan las rampas con
escalones hasta la banqueta.
Ahora con un poco más medio
siglo de vida y arquitecto de profesión, recuerdo las veces que de niño y
adolescente las más, recorrí el puente de la Torres, las veces, las pocas, que
lo cruce de regreso de la prepa en camión; las ocasiones (muy pocas, en realidad) en que estudiando la carrera o ya
profesionista lo recorrí; y estas últimas veces en que el Blue ha estado
indispuesto (aunque oficialmente está ya
internado para su revisión, diagnóstico y po$ible
reparación) y que he debido disponer del uso del sistema urbano
de transporte.
En este casi medio siglo en
que he usado el puente de la Torres, reiterando la poquicidad (válgame la expresión) de tal acción,
hasta el día de ayer he caído en la cuenta de su estructuración y geometría: 17
peraltes arrancando de la banqueta seguido de un descanso más otros 17 peraltes
hasta llegar el puente en cada rampa de ascenso, 54 largos y descansados pasos
a lo largo del puente que dan la oportunidad de observar el flujo vehicular, un
río de luces blancas y rojas al anochecer; de admirar el majestuoso Cerro de la
Silla y cómo sale el sol por la mañana o la luna por la noche; de ser testigo
del hermoso atardecer con el espectro de colores del amarillo al violeta allá
por la Sierra Madre Oriental.
Debo reconocer que en todo
este tiempo jamás me percaté de los descansos... Y es ahora cuando debo
reconocer y agradecer a toda la pléyade de arquitectos e ingenieros que han
participado en el estudio, análisis y diseño de puentes peatonales que han dado
por conclusión la colocación de estos "benditos" descansos en las
rampas del puente de la Torres, a 17 perales de la banqueta, a 17 perales del
puente... ni uno más, ni uno menos...
De ser más, ya los hubiera
demandado...
Enviado desde el iPhone de
Rafael Valero Soto
a r q u i t e c t o